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Internacional

Cartas presidenciales: cuando el sarcasmo y la tradición se encuentran

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Ah, la tradición. Esa cosa que los humanos inventan para justificar hacer lo mismo una y otra vez, como si el mundo no tuviera suficientes rituales extraños. En este caso, estamos hablando de una costumbre que comenzó con Ronald Reagan, quien, en un acto de amabilidad (o tal vez de aburrimiento), decidió dejarle una carta a su sucesor, George H.W. Bush. ¿El resultado? Una cadena de correspondencia presidencial que ha sobrevivido décadas, guerras, escándalos y, sí, incluso a Donald Trump.

Porque, claro, Trump, el hombre que rompe todas las reglas, decidió que esta tradición era lo suficientemente buena como para seguirla. Aunque, por supuesto, se saltó otras, como asistir a la investidura de Biden. Pero, hey, al menos escribió una carta. ¿Qué decía? Nadie lo sabe. Biden la guardó como si fuera el Santo Grial, describiéndola como “muy generosa”. ¿Generosa? ¿El mismo Trump que pasó años tuitear insultos? Debe haber sido una carta escrita en tinta dorada y perfumada con esencia de victoria.

Ahora, Biden tiene la oportunidad de devolver el favor. ¿Lo hará? Bueno, según su secretaria de prensa, Karine Jean-Pierre, “eso va a depender del presidente”. Vaya, qué revelador. Pero, ¿qué podría escribir Biden? ¿”Querido Donald, gracias por dejarme la casa en buen estado, aunque olvidaste pagar la luz”?

Lo más gracioso de todo es que esta tradición, que comenzó con Reagan y su papelito decorado con elefantes y pavos (sí, pavos), ahora se ha convertido en un acto casi obligatorio. Aunque, técnicamente, no lo es. Pero, ¿quién quiere ser el presidente que rompa la cadena? Nadie, excepto tal vez Trump, pero incluso él jugó el juego.

Y no olvidemos las joyas literarias que han salido de estas cartas. Clinton le dijo a Bush hijo que ser presidente era “la más grandiosa aventura”. Obama le recordó a Trump que “el liderazgo estadounidense es indispensable”. Y Adams, en 1801, le dejó a Jefferson unos caballos y carruajes porque, aparentemente, eso es lo que hacen los presidentes responsables.

Así que, mientras Biden decide si escribe o no su carta, el mundo espera. ¿Será una nota llena de buenos deseos o un mensaje pasivo-agresivo digno de una telenovela? Solo el tiempo lo dirá. Pero una cosa es segura: en Washington, incluso las tradiciones más absurdas tienen un lugar especial. Y, a veces, son la única cosa que mantiene unida a esta casa de locos.

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