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La comunidad de Culiacán exige justicia por el asesinato de niños

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Queridos míos, hoy les quiero contar algo que ha conmovido profundamente a nuestra querida Culiacán. Es una historia triste, pero también de fortaleza y unión. Este jueves, miles de personas, al menos cinco mil, salieron a las calles con el corazón apretado, pero con la esperanza de que su voz se escuche. Marcharon para pedir justicia por Antonio y sus dos pequeños, Gael y Alexander, de apenas 12 y 9 años. Ay, qué dolor tan grande, ¿verdad?

Este crimen ha tocado fibras muy sensibles en la comunidad, porque no es solo un acto de violencia más, sino algo que nos recuerda lo frágil que puede ser la vida, especialmente la de los más inocentes. Desde aquel día trágico del 9 de septiembre, cuando la violencia estalló en la ciudad, no habíamos visto tanta indignación. Aquel día, dos grupos del Cártel de Sinaloa se enfrentaron, dejando un rastro de dolor: asesinatos, desapariciones, robos, incendios y explosivos. Pero esta vez, el dolor es más profundo, porque los niños no deberían ser parte de estas historias.

Antonio, un padre que solo quería proteger a sus hijos, fue atacado junto a ellos por hombres armados que querían robarles su coche. Él intentó cuidarlos, pero la maldad no tuvo piedad. Antonio falleció mientras pedía ayuda, y Gael, su hijo mayor, murió horas después. Alexander, el más pequeño, luchó por su vida hasta la noche del martes, pero las heridas fueron demasiado graves. Ay, qué tristeza tan grande, ¿no?

Este jueves, la gente salió a la calle Álvaro Obregón, la más importante de la ciudad, para decir “¡basta!”. Caminaron desde la escuela Sócrates, donde estudiaban los niños, hasta el Ayuntamiento, con consignas que nos duelen pero que también nos unen: “¡A los niños no!”, “¡Justicia!”, “¡Fuera Rocha!”. Es un llamado a la conciencia, a que las autoridades hagan su trabajo y protejan a los más vulnerables.

El maestro Víctor Manuel Aispuro, de la escuela Sócrates, expresó lo que muchos sentimos: “Que por favor a los niños no, que dejen de ejercer esta violencia, que el Gobernador haga lo que le toca, que la autoridad haga lo que le toca, que ya queremos venir sin miedo a la escuela”. Y es que, queridos míos, ¿cómo podemos vivir con miedo? ¿Cómo podemos permitir que los niños crezcan en un mundo donde la violencia les arrebata su inocencia?

Pero no todo es tristeza. Ver a tanta gente unida, marchando con firmeza y esperanza, nos recuerda que aún hay bondad en el mundo. Que cuando nos unimos, podemos lograr cambios. Así que, aunque el camino sea largo y difícil, no perdamos la fe. Sigamos cuidándonos unos a otros, enseñando a nuestros hijos el valor de la paz y la justicia. Porque, al final, eso es lo que nos mantendrá fuertes.

Un abrazo grande, con todo el cariño de esta abuelita que les quiere ver siempre seguros y felices.

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