Nacional
La lucha por la paz en Culiacán y la esperanza de un futuro mejor

Queridos míos, hoy les quiero contar algo que me ha tocado el corazón, algo que nos recuerda lo importante que es cuidar de nuestros niños y de nuestra comunidad. En Culiacán, un maestro llamado Víctor Manuel Aispuro ha sido como un faro en medio de la oscuridad, guiando a su gente en busca de justicia y paz.
Todo comenzó con una tragedia que nos duele a todos: la pérdida de dos niños, Gael y Alexander, de apenas 12 y 9 años, alumnos del maestro en la escuela Sócrates. Imagínense, queridos, el dolor de una madre, de un padre, de una comunidad entera al ver cómo la violencia se lleva lo más preciado que tenemos: nuestros hijos.
Fue entonces cuando el maestro, con esa valentía que nace del amor y la responsabilidad, convocó a una marcha. Miles de personas salieron a las calles, no solo para honrar la memoria de esos pequeños, sino para exigir que el gobierno escuche, que actúe, que reconozca que hay un problema grave que no puede seguir ignorándose.
En esa marcha, hubo consignas, sí, pero también hubo lágrimas, abrazos y una esperanza firme de que las cosas pueden cambiar. Llegaron hasta Palacio de Gobierno, buscando palabras de consuelo, una señal de que alguien los escuchaba. Pero, ay, queridos, no siempre las cosas salen como uno espera. A veces, el silencio duele más que las palabras.
Sin embargo, el maestro, con esa sabiduría que da la experiencia, nos recuerda algo muy importante: no debemos perder la esperanza. Aunque las cosas parezcan oscuras, aunque el camino sea largo, debemos seguir creyendo en un futuro mejor. Porque, como él mismo dice, si el gobierno reconoce que hay un problema, hay esperanza de solución. Y si no lo hace, entonces es nuestra responsabilidad seguir alzando la voz, con calma pero con firmeza.
Ahora, se habla de una nueva marcha, y aunque el maestro no la ha convocado, entiende que es el reflejo de un pueblo cansado, de un pueblo que clama por paz y tranquilidad. Y es que, queridos, cuando se pierde la esperanza, se pierde algo muy valioso. Pero no debemos permitirlo. Debemos seguir trabajando juntos, con paciencia y amor, para construir un futuro donde nuestros niños puedan crecer seguros y felices.
Así que, mientras tomamos nuestra bebida caliente en esta tarde tranquila, recordemos que cada pequeño paso cuenta. Que la paz no se construye de la noche a la mañana, pero que con perseverancia y unión, podemos lograrlo. Y sobre todo, no olvidemos que, en medio de la oscuridad, siempre hay una luz que nos guía. Como ese maestro, como esa comunidad, como cada uno de nosotros cuando decidimos no quedarnos callados.
Abrazos, queridos, y que la paz nos encuentre a todos.