Internacional
El ocaso de la diversidad en las agencias federales bajo la orden de Trump

En un giro que sacudió los cimientos de la política gubernamental, varias agencias federales de Estados Unidos, como si fueran piezas de un tablero de ajedrez movidas por una mano invisible, comenzaron a eliminar recursos destinados a comunidades subrepresentadas. Todo esto, bajo la sombra de una orden ejecutiva emitida por el presidente Donald Trump, quien, con la determinación de un titán, decidió desmantelar las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión (DEI).
El escenario era desolador: páginas web que antes brillaban con información vital para fomentar la inclusión ahora mostraban mensajes fríos y despiadados: “Error 404 — Página no encontrada”. Era como si un velo de olvido hubiera caído sobre años de esfuerzos por construir un gobierno más justo. La Oficina de Gestión de Personal, el Departamento de Estado y el Departamento de Seguridad Nacional, entre otros, se sumaron a esta cruzada silenciosa, borrando rastros de lo que alguna vez fue un compromiso con la diversidad.
Pero esto no era todo. La orden de Trump no se limitó a eliminar documentos; también canceló capacitaciones y contratos de servicios, dejando un vacío que resonó como un eco en los pasillos del poder. Los críticos, con voces cargadas de preocupación, advirtieron que este retroceso podría significar un regreso a prácticas discriminatorias del pasado, como si el reloj de la historia hubiera sido girado hacia atrás.
Entre las víctimas de esta purga se encontraba el Comité Asesor del Tesoro sobre Equidad Racial, creado durante la administración de Joe Biden. Dorothy Brown, una profesora de derecho de Georgetown que formó parte de este comité, no pudo contener su indignación: “Los conservadores dirían que está mal apuntar a alguien basado en su raza, pero eso es exactamente lo que Trump está haciendo”. Sus palabras resonaron como un grito en la oscuridad, un recordatorio de las implicaciones de gran alcance que esta decisión tendría para la diversidad laboral.
El Departamento de Estado no fue la excepción. Su Oficina de Diversidad e Inclusión, creada con gran fanfarria por el exsecretario Antony Blinken, fue desmantelada en un abrir y cerrar de ojos. Los enlaces que alguna vez llevaron a informes estratégicos para atraer a minorías y mujeres a la fuerza laboral ahora conducían a la nada. Era como si un capítulo crucial de la historia hubiera sido arrancado de un libro.
Y mientras el país dormía, el Departamento de Educación anunció, en la oscuridad de la noche, que había eliminado o archivado cientos de documentos. Más de 200 páginas, que alguna vez fueron faros de esperanza para estudiantes LGBTQI+, guías contra la discriminación y recursos para evitar el uso sesgado de la inteligencia artificial, desaparecieron sin dejar rastro. El departamento justificó esta acción afirmando que las páginas eliminadas “alentaban a las escuelas e instituciones de educación superior a promover o respaldar programas ideológicos perjudiciales”.
El mundo observaba, expectante, mientras el destino de la diversidad en el gobierno federal pendía de un hilo. ¿Sería este el final de una era de inclusión, o solo el comienzo de una batalla épica por la justicia? Solo el tiempo lo diría, pero una cosa era segura: el impacto de estas decisiones resonaría en los corazones y las mentes de millones durante años venideros.