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Católicos de Chiapas exigen justicia y seguridad en medio de la violencia

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¡Ay, caray! ¿Qué te cuento, compa? Esto está más intenso que un chile habanero. Resulta que los católicos de Chiapas, sí, esos de las siete regiones y 48 municipios, están que no aguantan más. ¡Imagínate! Miles de fieles caminando kilómetros en peregrinación, como si fueran en una misión divina, pero en realidad están pidiendo justicia por el asesinato del padre Marcelo Pérez. ¡Qué tragedia, hermano! Y no solo eso, también están exigiendo que se agilice la investigación para encontrar a los culpables, porque, ¡claro!, no quieren que esto quede en el olvido como un chisme viejo.

Pero eso no es todo, no, no, no. Estos valientes también están pidiendo que se desarmen los grupos criminales que andan por ahí como si fueran dueños del lugar. ¡Qué barbaridad! Han reclutado a hombres y jóvenes a la fuerza, y han desplazado a miles de personas. ¡Miles, compa! Como si fueran fichas de dominó, pero en vez de caer, se van corriendo de sus casas.

Y luego, ¡plof!, resulta que este sábado se cumplían 65 años desde que Samuel Ruiz García fue consagrado obispo. ¡65 años! Eso es más tiempo del que llevamos esperando que arreglen los baches de la calle. Y ahí estaban, los fieles, pidiendo al gobierno que reconozca a las víctimas del desplazamiento forzado y que les garantice un retorno seguro. ¡Pero seguro de verdad, no como las promesas de año nuevo que se olvidan en febrero!

Y ahí va el obispo Rodrigo Aguilar Martínez, soltando la bomba en una conferencia de prensa: decenas de pueblos abandonados, casas vacías, animalitos desaparecidos, y hasta 20 mil desplazados. ¡20 mil! Eso es como si se hubiera ido todo el estadio Azteca de un jalón. Y las familias, pobres, regresan y encuentran sus casas saqueadas. ¡Qué desmadre!

Y para rematar, el Papa Francisco manda saludos desde el Vaticano, pidiendo que respeten a los periodistas y que no haya violencia contra ellos. ¡Ahí está el Papa, siempre al quite! Pero en Chiapas, la cosa sigue fea: armas por todos lados, niños sin clases, y una preocupación que no para de crecer.

En fin, compa, esto es como una telenovela, pero sin final feliz. Los católicos de Chiapas están luchando por justicia y seguridad, y ojalá alguien les haga caso antes de que esto se ponga peor. ¡Salud! 🍻

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