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La lucha por preservar las artesanías mexiquenses como patrimonio cultural

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En un mundo donde la modernidad amenaza con borrar las huellas del pasado, surge una batalla épica por preservar lo más valioso de la identidad mexiquense. El Instituto de Investigación y Fomento de las Artesanías del Estado de México (IIFAEM) se alza como un faro de esperanza, decidido a proteger las técnicas ancestrales que dan vida a piezas emblemáticas como el rebozo, el árbol de la vida, el quexquémetl, el molinillo de Rayón y los textiles de Gualupita.

Con un propósito que trasciende el tiempo, el IIFAEM busca declarar estas obras como Patrimonio Cultural Inmaterial, un título que no solo honraría su valor histórico, sino que también aseguraría su supervivencia para las generaciones venideras. Agustín Herrera Pérez, director del instituto, lidera esta cruzada con un fervor inquebrantable, respaldado por investigaciones rigurosas en colaboración con universidades y antropólogos.

“Es momento de hacer justicia”, declara Herrera con voz firme, como si el destino de toda una cultura dependiera de sus palabras. El rebozo, esa pieza textil que nace de manos expertas en Tenancingo, es más que un simple tejido: es un lienzo que narra historias de esfuerzo, dedicación y arte. Su creación, un proceso que abarca al menos 15 pasos meticulosos, es un testimonio vivo de la maestría artesanal.

Pero no solo el rebozo merece ser elevado a la categoría de tesoro cultural. El árbol de la vida, ya reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de México, busca ahora su lugar en el corazón del Estado de México. Olga Díaz González, una artesana con más de tres décadas de experiencia, lucha contra la indiferencia de un mundo que parece haber olvidado el valor de lo hecho a mano. “Tenemos el reto de no abandonar esta actividad”, confiesa con un suspiro cargado de determinación.

Sin embargo, el camino no está exento de obstáculos. La falta de apoyo gubernamental y el desinterés de las nuevas generaciones amenazan con sepultar estas tradiciones. Reyna Rayón Salinas, una maestra artesana otomí, comparte su conocimiento sin egoísmo, consciente de que cada hilo que teje es un vínculo con el pasado. “Hay que heredar esta riqueza cultural”, insiste, mientras sus manos dan vida a prendas que son mucho más que objetos: son símbolos de resistencia.

En esta lucha por la preservación, cada detalle cuenta. Desde los 6,999 artesanas y 3,993 artesanos registrados en el Observatorio Turístico y Artesanal del Estado de México, hasta los municipios que albergan estas tradiciones, como Ixtlahuaca, Temascalcingo y Tenancingo. Cada puntada, cada molde de barro, cada hilo teñido es un acto de amor hacia una cultura que se niega a desaparecer.

El destino de estas artesanías pende de un hilo, pero el IIFAEM y sus aliados no cejarán en su empeño. Con cada investigación, cada capacitación y cada declaratoria, buscan no solo preservar una herencia, sino también fomentar un desarrollo económico que beneficie a quienes mantienen viva esta llama.

En un mundo que avanza a pasos agigantados, estas artesanías son un recordatorio de que, a veces, lo más valioso no está en lo nuevo, sino en lo que ha resistido el paso del tiempo. Y en esta batalla por la preservación, cada detalle, cada esfuerzo, cada hilo tejido, es una victoria para la cultura mexiquense.

IIFAEM busca proteger artesanías mexiquenses
IIFAEM busca proteger artesanías mexiquenses
IIFAEM busca proteger artesanías mexiquenses