Nacional
Esteban Moctezuma se aferra a la embajada como si fuera un trono

Ah, sí, amigos lectores, prepárense para la saga épica de Esteban Moctezuma Barragán, el embajador de México en Estados Unidos que, contra viento y muro (literalmente, porque hablamos de Trump), ha decidido que su lugar está en la embajada. ¿Y quién podría decidir lo contrario? Solo la mismísima presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, quien, según Moctezuma, tiene la paciencia de un santo y la inteligencia de un genio. ¡Qué combo!
Moctezuma, con la solemnidad de un general en plena batalla, declaró que su “responsabilidad y convicción” es “dar la cara por México”. Claro, porque ¿quién más lo haría? ¿Un cactus? ¿Un tequila? No, amigos, solo Esteban, el soldado de la diplomacia, está dispuesto a sacrificarse por la patria. Y no lo digo yo, lo dice él, mientras se ajusta la corbata y mira al horizonte con determinación.
Pero no se preocupen, no todo es drama. Según nuestro héroe, Sheinbaum ha logrado iniciar con el pie derecho la relación con Trump, algo que, según él, es un logro digno de un premio Nobel de la Paz. ¿En contraste con otros gobiernos? Bueno, claro, porque todos sabemos que las relaciones internacionales son como un baile: si no pisas los pies del otro, no estás bailando bien.
Moctezuma también dejó claro que su permanencia en la embajada no es cuestión de vanidades ni egoísmos. ¡Por supuesto que no! Es solo que, según él, “no es tiempo de vanidades ni de actitudes egoístas”. ¿Entendieron? No es que él quiera quedarse, es que México lo necesita. Y si México lo necesita, ¿quién es él para decir que no?
Además, hizo un llamado a la unidad, porque, según él, aquí no se trata de carreras individuales ni pretensiones políticas. ¡Qué noble! Aunque uno no puede evitar preguntarse si, en algún momento, alguien le dijo: “Oye, Esteban, ¿y si mejor te vas?” Pero no, él está ahí, firme como un roble, visitando centros de detención migratoria y campos agrícolas, porque, obviamente, un embajador no puede quedarse sentado en su oficina tomando café.
Y no olvidemos su visión de Norteamérica como una región productiva y humanista. ¡Qué bonito! Aunque, entre nosotros, uno se pregunta si Trump comparte esa visión o si simplemente está pensando en cómo construir otro muro.
En fin, Moctezuma sigue ahí, defendiendo los intereses de México, cuidando esa relación económica que representa casi la mitad del PIB del país y recordándonos que casi 40 millones de estadounidenses tienen ascendencia mexicana. ¿Y qué significa eso? Pues que, si las cosas se ponen feas, siempre podemos invitar a todos a una mega fiesta con tacos y mariachis.
Así que, mientras Moctezuma sigue en su trono diplomático, nosotros nos quedamos aquí, preguntándonos si algún día alguien le dirá: “Gracias por tu servicio, pero ya puedes irte”. Pero hasta entonces, ¡larga vida al embajador!