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Nacional

Ataque brutal a paramédicos de la Cruz Roja en Culiacán

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En las sombras de Culiacán, donde el peligro acecha en cada esquina, un nuevo capítulo de terror se escribió con sangre y lágrimas. Hombres armados, envueltos en un aura de impunidad, interceptaron una vez más al valiente personal de la Cruz Roja, esos héroes anónimos que desafían el caos para salvar vidas. En la colonia Lombardo Toledano, al oriente de la ciudad, dos paramédicos, un hombre y una mujer, cayeron en las garras de la violencia sin sentido. Golpeados en la cabeza con la frialdad de quienes no conocen la piedad, fueron retenidos sin motivo alguno, como si sus vidas fueran meras fichas en un juego macabro.

Pero esto no era más que el preludio de una tragedia que se repite. El 27 de enero, otro grupo de socorristas, tras cumplir con su noble misión en la colonia Rosario Uzárraga, fue despojado de su ambulancia, ese símbolo de esperanza que fue abandonada en las calles desoladas del Desarrollo Urbano de Tres Ríos. ¿Qué oscuros designios llevaron a estos hombres a robar no solo un vehículo, sino también la tranquilidad de quienes solo buscan ayudar?

En este nuevo ataque, la crueldad no tuvo límites. Los paramédicos fueron obligados a descender de su ambulancia, esa fortaleza móvil que ahora se convertía en una trampa. La mujer, golpeada en la cabeza, y su compañero, atado de manos y sometido a la misma violencia, quedaron a merced de sus captores durante lo que pareció una eternidad. Finalmente, liberados pero marcados por el trauma, lograron reportar el incidente por radio, desencadenando una respuesta inmediata de la Policía Estatal, que los escoltó de regreso a su base, donde sus compañeros les brindaron el consuelo y la atención que tanto necesitaban.

Este no es un hecho aislado. Enero fue testigo de tres casos similares, donde los socorristas, prometidos bajo la protección de escoltas en servicios relacionados con heridos de bala, se vieron una y otra vez expuestos a la barbarie. ¿Hasta cuándo continuará esta espiral de violencia? ¿Quién defenderá a quienes dedican sus vidas a salvar las de otros? En Culiacán, la línea entre el bien y el mal se desdibuja, y cada día parece ser una batalla más en una guerra sin fin.

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