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David Lynch y su épica mexicana en Dune, un fracaso que marcó su carrera

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Ah, sí, hablemos de *Dune*, esa película que David Lynch, el genio del surrealismo, decidió filmar en México porque, claro, ¿qué mejor lugar para recrear un planeta desértico lleno de gusanos gigantes que el desierto de Chihuahua y los Estudios Churubusco? Porque, obviamente, cuando piensas en ciencia ficción épica, lo primero que se te viene a la mente es… México.

Resulta que en los años 80, cuando el cine todavía no estaba dominado por efectos CGI y los directores podían permitirse el lujo de mudarse a otro país durante un año y medio (sí, Lynch pasó *ese* tiempo en México), el país azteca era el lugar perfecto para filmar. ¿Por qué? Bueno, porque en 1982 el peso se había devaluado tanto que filmar con dólares era como comprar tacos con centavos. Además, ¿quién necesita un planeta ficticio cuando tienes el desierto de Samalayuca y las escaleras del estacionamiento del Estadio Azteca?

La película, producida por Dino de Laurentiis (sí, el mismo que nos dio *Barbarella*), tenía todo para ser un éxito: un elenco con Kyle MacLachlan, Virginia Madsen y… ¡Sting! Porque, ¿qué sería de una película de ciencia ficción sin un músico británico interpretando a un villano con calzas ajustadas? Pero, oh sorpresa, *Dune* fue un fracaso en taquilla. Lynch incluso llegó a renegar de ella, aunque con el tiempo se convirtió en un filme de culto. ¿Ironía? Absolutamente.

Detrás de cámaras, un ejército de trabajadores mexicanos hizo posible esta obra maestra (o desastre, según se vea). Actores como Angélica Aragón y Ernesto Laguardia aparecieron como extras, aunque no en los créditos, porque, claro, ¿para qué darles reconocimiento? Miguel Cane, un niño actor de ocho años, quedó impresionado por los decorados, que para él eran como “estar en otro mundo”. Y sí, probablemente lo eran, porque nadie en su sano juicio entendería lo que Lynch estaba haciendo.

Lynch, por su parte, disfrutó su estancia en México. Vivió en Polanco, dio conferencias de prensa y hasta organizó una exposición de sus pinturas. Incluso volvió de vacaciones con Isabella Rossellini, porque, ¿qué mejor lugar para relajarse que el Mar de Cortés después de un fracaso cinematográfico?

Pero no todo fue malo. El fracaso de *Dune* llevó a Lynch a reinventarse y darnos joyas como *Terciopelo Azul* y *Twin Peaks*. Así que, en cierto modo, tenemos que agradecerle a esta película por no haber sido un éxito.

Y aquí viene lo mejor: parte de la escenografía de *Dune* se reutilizó para *Conan, el destructor* y, atención, para una película de ficheras titulada *Dos nacos en el planeta de las mujeres*. Sí, esos decorados de “primer mundo” terminaron en una comedia mexicana de bajo presupuesto. ¿Absurdo? Totalmente. ¿Genial? También.

En resumen, *Dune* de Lynch es una película que debes ver al menos una vez en la vida, no solo por su tono shakesperiano (sí, alguien lo dijo en serio), sino porque es un recordatorio de que incluso los genios tienen sus momentos de… bueno, digamos, “experimentación”. Así que, si tienes curiosidad por ver cómo un desierto mexicano se convierte en un planeta galáctico lleno de intrigas y gusanos gigantes, esta es tu oportunidad. ¡Disfruta el viaje!

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