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Internacional

El papa Francisco celebra la liberación de prisioneros en Cuba como un gesto de esperanza

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En un giro que parecía sacado de las páginas de un drama histórico, el papa Francisco, con voz solemne y llena de emoción, elogió la liberación de 553 prisioneros cubanos como un “gesto de gran esperanza”. Este acto, que resonó como un eco de redención en medio de un mundo convulso, fue el resultado de un diálogo tripartito entre el Vaticano, Estados Unidos y Cuba, un esfuerzo que parecía destinado a cambiar el curso de la historia.

El anuncio de Cuba, hecho en el espíritu del Año Santo 2025, llegó como un rayo de luz en medio de la oscuridad. No fue una coincidencia que este movimiento se produjera justo un día después de que Estados Unidos anunciara su intención de retirar a Cuba de su lista de países patrocinadores del terrorismo. El destino, parecía decir, estaba conspirando a favor de la reconciliación.

El Jubileo, un evento que ocurre una vez cada cuarto de siglo, no es solo una invitación a peregrinar a Roma, sino también un llamado a la clemencia y la misericordia. Francisco, el primer papa latinoamericano, ha dedicado gran parte de su ministerio a los más vulnerables, y esta liberación fue un reflejo de su incansable lucha por la justicia. Durante su bendición dominical, con una voz que resonó como un trueno en la Plaza de San Pedro, el pontífice proclamó: “Es un gesto de gran esperanza que concretiza una de las intenciones de este Año Jubilar”.

Detrás de este acuerdo histórico, se escondía la mano invisible de la diplomacia vaticana. El cardenal Sean O’Malley, un hombre de confianza del papa, reveló que había sido un mensajero clave entre los líderes de Estados Unidos y Cuba. “Los esfuerzos pacientes y persistentes del papa Francisco han sido una fuerza subyacente en la consecución de este acuerdo histórico”, escribió O’Malley en su blog, dejando claro que este no era un logro casual, sino el fruto de años de trabajo silencioso y estratégico.

Pero la historia no comenzó aquí. El Vaticano ha sido un actor crucial en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos desde la crisis de los misiles en 1962, cuando el papa Juan XXIII, con su voz serena pero firme, apeló a la paz en medio del caos. Sus palabras, enviadas tanto a Kennedy como a Jrushov, fueron un faro de esperanza en un momento en que el mundo estaba al borde de la aniquilación nuclear. Muchos historiadores atribuyen a su intervención el haber evitado una catástrofe global.

Ahora, décadas después, Francisco sigue los pasos de su predecesor, utilizando su influencia para abogar por la paz y la reconciliación. Su visita a la principal prisión de Roma al inicio del Año Santo fue un símbolo poderoso de su compromiso con los prisioneros, a quienes considera merecedores de una segunda oportunidad.

Cuba, por su parte, ha respondido a estas apelaciones con gestos concretos. Miles de prisioneros han sido liberados antes de las visitas papales a la isla, desde Juan Pablo II en 1998 hasta Francisco en 2015. Este último acuerdo no solo es un triunfo diplomático, sino también un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza puede florecer.

El secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, expresó su deseo de que este 2025 continúe en esta dirección, con más gestos de clemencia y una tregua para los conflictos en curso. “Esperemos que las buenas noticias se multipliquen”, dijo, con una voz que parecía cargada de la misma esperanza que el papa Francisco había invocado.

En un mundo donde las noticias suelen estar llenas de tragedia, este momento fue un recordatorio de que, incluso en medio de la adversidad, la humanidad puede encontrar caminos hacia la redención. Y en el centro de todo, como un faro de luz, estaba el papa Francisco, guiando a un mundo sediento de paz hacia un futuro más brillante.