Nacional
Operativo de seguridad desaloja escuela en Chiapas entre tensión y miedo

En el corazón de San Antonio del Monte, una pequeña colonia en Chiapas, el destino de decenas de niños se vio envuelto en un torbellino de tensión y miedo. La escuela primaria, un lugar que debería ser refugio de conocimiento y paz, se convirtió en el epicentro de un operativo que sacudió hasta los cimientos de la comunidad. Al mediodía, como si el cielo mismo hubiera decidido intervenir, elementos del Ejército, la Guardia Nacional y el temido grupo Fuerza de Reacción Inmediata Pakal irrumpieron en la zona, desplegando un escenario digno de las más intensas películas de acción.
Los maestros, con el corazón en la garganta, apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Al ver las fuerzas federales y estatales avanzar con determinación hacia las residencias cercanas, no dudaron en ordenar a los niños que tomaran sus mochilas y corrieran hacia sus hogares. Los pequeños, con miradas llenas de confusión y terror, abandonaron las aulas mientras el rugido de un helicóptero de la Secretaría de Seguridad Pública resonaba en el cielo, como un presagio de lo que estaba por venir.
Mientras los niños huían, los soldados y policías se concentraban en una casa cercana, aparentemente propiedad de un líder de una célula dedicada al narcomenudeo, el robo de vehículos y la venta de armas. Con golpes secos y decididos, intentaban derribar la puerta, mientras la comunidad observaba con un silencio sepulcral. En San Antonio del Monte, los disparos al aire de fusiles de asalto ya no eran una novedad, pero el recuerdo de dos niños que perdieron la vida meses atrás por balas perdidas aún pesaba como una losa sobre el corazón de todos.
La colonia, con sus construcciones ostentosas y vehículos de lujo estacionados en los garajes, parecía un escenario surrealista. Pero detrás de las fachadas imponentes, el miedo y la desesperación se apoderaban de las familias. En esa misma escuela, meses atrás, libros de texto gratuitos habían sido quemados por considerarlos “satánicos”, un acto que ahora parecía insignificante frente a la magnitud de lo que ocurría.
En medio del caos, dos mujeres, Martha y Ana Laura, relataron con voz temblorosa cómo la policía irrumpió en la casa de sus tías, ubicada en la Calzada de la Raza. “No nos dejaron salir”, contaron, mientras describían cómo fueron obligadas a arrodillarse, con armas apuntándoles, sin que se les mostrara una orden de cateo. “Somos gente honesta”, insistieron, pero sus palabras parecían perderse en el vacío de un operativo que, aunque necesario, dejaba más preguntas que respuestas.
La comunidad, atemorizada pero esperanzada, veía con agrado la presencia de las fuerzas de seguridad, pero pedía a gritos que su trabajo se realizara con justicia y respeto. En San Antonio del Monte, el miedo y la esperanza se entrelazaban, mientras el destino de todos pendía de un hilo, en un día que jamás olvidarían.