Nacional
Sheinbaum rechaza acusaciones de alianza con el crimen organizado

En el corazón de la Ciudad de México, bajo un cielo cargado de tensiones políticas, la presidenta Claudia Sheinbaum alzó su voz con la fuerza de un huracán. Era el 1 de febrero de 2025, y el mundo parecía detenerse mientras ella respondía a las acusaciones lanzadas desde la Casa Blanca. Con palabras firmes y un tono que resonaba como un trueno, Sheinbaum rechazó categóricamente las insinuaciones de que México mantenía alianzas con el crimen organizado. “No es con aranceles como se resuelven los problemas”, declaró, desafiando a Donald Trump y proponiendo una mesa de trabajo en lugar de medidas punitivas.
La tensión se palpaba en el aire. Horas antes, el gobierno estadounidense había confirmado la imposición de aranceles del 25% a los productos mexicanos, una medida que sacudió los cimientos de la relación bilateral. La razón: la lucha contra el fentanilo y la sombra de los cárteles que, según Washington, operaban bajo la protección del gobierno mexicano. “Las organizaciones de narcotráfico tienen una alianza intolerable con México”, acusó la Casa Blanca, en un comunicado que parecía escrito con tinta de tragedia.
Pero Sheinbaum no se dejó intimidar. Desde su cuenta de X, lanzó un mensaje que resonó como un grito de independencia: “Rechazamos categóricamente la calumnia de la Casa Blanca. No permitiremos injerencias en nuestro territorio”. Sus palabras eran un escudo, una defensa férrea de la soberanía mexicana.
Mientras tanto, en Palacio Nacional, el Gabinete se reunía en una escena que parecía sacada de un thriller político. El canciller Juan Ramón de la Fuente y el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, llegaron con paso firme, listos para enfrentar la tormenta. “Venceremos”, dijo Ebrard, con una sonrisa que escondía la determinación de un pueblo entero.
El destino de dos naciones pendía de un hilo. Las acusaciones, los aranceles, las palabras cargadas de emoción… todo parecía conducir a un punto de no retorno. Pero en medio del caos, Sheinbaum se erigía como una líder dispuesta a defender a su país, incluso si eso significaba desafiar a un gigante. El mundo observaba, expectante, mientras la historia se escribía con tinta de pasión y resistencia.